Hoy viajamos hipotéticamente a la época
ibero-romana, desde Benaocaz uno de los pueblecitos blanco de la Sierra de
Cádiz con linaje árabe nos abre la puerta de la Calzada Romana.
Data del S.I a C., desde hace veinte siglos une las poblaciones
de Iptucci (Prado del Rey), Ocurri (Ubrique), Lacilbula (Grazalema) y Accinipio
(Ronda), no solo unió los pueblos serranos sino que formó parte del ramal
principal de conexión desde Carteia (Algeciras) con Corduba (Córdoba), capital
de la provincia Bética.
Llegamos al comienzo del sendero y un gracioso asno
nos dio el aviso de que estábamos en su terreno, menudo rebuzno nos pego, sin
molestarlo apenas pasamos con sumo cuidado.
La primavera nos regalaba todo su esplendo y la Sierra
del Caillo se erguía ante nosotros, por una pequeña senda el grupo descendía,
el valle se presenta hermoso en un día limpio y soleado.
A poco ya estábamos en la calzada y ya divisábamos la
Sierra de la Silla, entre muretes y fincas parcelarias íbamos bajando.
Siguiendo el curso del Río Seco llegábamos a las
antiguas ruinas del Molino de Pontón, la calzada esta casi prácticamente destruida,
solo unos pocos trazados permanece en buen estado, así que el descenso se hizo
abrupto, una veces zahorra y otras saltábamos sobres las rocas sueltas de la
calzada.
¿Cómo se construía una calzada?
Pues primero determinaban la rectitud del
trazado, de ello se encargaba el agrimensor, utilizando un instrumento llamado “groma”,
que consistía en dos brazos cruzado a escuadra y nivelado por pesas.
Delimitaban los límites mediantes surcos que
después le servían para recoger el agua de la lluvia, entre estos surcos se
excavaba una zanja que se cubría en tres capas, llamadas Statumem, Nudus y Nucleus,
y sobre la cual iba el Pavimentum, formada por lozas de calizas cimentada con
arcilla, y todas estas capas eran apisonada con una maza de hierro.
El alcantarillado romano, se trata de conducciones
sostenida por arcos de piedras para salvar los obstáculos geográficos que tenía
el terreno, así facilitaba la circulación del agua y evitaba el estancamiento.
Una leyenda explica el por qué existe una
cabeza de toro pintada en una de las roca de la calzada, cuenta que los
ubriqueños quisieron robar en el día de San Blas la imagen del Santo para
casarla con la patrona, al no consegirlo se llevaron un toro, que antes
soltaban en las fiestas, pero los benaocaceños alcanzaron al toro a mitad de
camino, y antes de que se lo llevaran lo acuchillaron en el límite de su
territorio, desde entonces quedo la tradición de al pasar por aquellos lares
solicitar un deseo y tirar tres piedras.
El
recorrido finaliza en la Fuente de los Diez Caños a la espalda del Convento de
los Capuchinos.
Después
del pequeño paseo visitamos la Quesería de El Bosqueño y nos surtimos bien de
las exquisitas viandas. A poco
más estábamos tomando el Camino de los Granujales para llegar a los Llanos de San Ignacio, donde nos estaba esperando una suculenta paella.
Aquí se
celebra la Romería de San Isidro Labrado, el Santo es trasladado desde Prado
del Rey en peregrinación.
Tras la
pausa campestre y después del cafelito visitamos las Salinas de Hortales.
Un manantial de
agua salada que da origen a la explotación más peculiar y posiblemente más
antigua de la Sierra de
Grazalema.
Salinas de Hortales fueron ya trabajadas
por los fenicios, tuvieron su máximo esplendor en época romana, siguieron dando
sal en la edad media y hoy siguen siendo explotadas por una familia serrana en
su cuarta generación.
Junto al Cerro del Cabezo de Hortales donde se encuentran las ruinas de la Ciudad Romana de Iptuci. Las Salinas pertenecen al término municipal de Prado del Rey, pero ambos lugares están más cerca de la población de El Bosque.
Agradecer a los compañeros/as las fotos cedidas, sin vuestra aportación el blog amigos/as no estaria ilustrado, gracias a todos/as por vuestra participación y nos vemos en la siguiente.