26 de mayo de 2012

Calzada Romana de Ubrique

Hoy viajamos hipotéticamente a la época ibero-romana, desde Benaocaz uno de los pueblecitos blanco de la Sierra de Cádiz con linaje árabe nos abre la puerta de la Calzada Romana.


Data del S.I a C., desde hace veinte siglos une las poblaciones de Iptucci (Prado del Rey), Ocurri (Ubrique), Lacilbula (Grazalema) y Accinipio (Ronda), no solo unió los pueblos serranos sino que formó parte del ramal principal de conexión desde Carteia (Algeciras) con Corduba (Córdoba), capital de la provincia Bética.



Llegamos al comienzo del sendero y un gracioso asno nos dio el aviso de que estábamos en su terreno, menudo rebuzno nos pego, sin molestarlo apenas pasamos con sumo cuidado.








La primavera nos regalaba todo su esplendo y la Sierra del Caillo se erguía ante nosotros, por una pequeña senda el grupo descendía, el valle se presenta hermoso en un día limpio y soleado.





 


A poco ya estábamos en la calzada y ya divisábamos la Sierra de la Silla, entre muretes y fincas parcelarias íbamos bajando.







Siguiendo el curso del Río Seco llegábamos a las antiguas ruinas del Molino de Pontón, la calzada esta casi prácticamente destruida, solo unos pocos trazados permanece en buen estado, así que el descenso se hizo abrupto, una veces zahorra y otras saltábamos sobres las rocas sueltas de la calzada.






¿Cómo se construía una calzada?


Pues primero determinaban la rectitud del trazado, de ello se encargaba el agrimensor, utilizando un instrumento llamado “groma”, que consistía en dos brazos cruzado a escuadra y nivelado por pesas.





Delimitaban los límites mediantes surcos que después le servían para recoger el agua de la lluvia, entre estos surcos se excavaba una zanja que se cubría en tres capas, llamadas Statumem, Nudus y Nucleus, y sobre la cual iba el Pavimentum, formada por lozas de calizas cimentada con arcilla, y todas estas capas eran apisonada con una maza de hierro.







El alcantarillado romano, se trata de conducciones sostenida por arcos de piedras para salvar los obstáculos geográficos que tenía el terreno, así facilitaba la circulación del agua y evitaba el estancamiento.





Una leyenda explica el por qué existe una cabeza de toro pintada en una de las roca de la calzada, cuenta que los ubriqueños quisieron robar en el día de San Blas la imagen del Santo para casarla con la patrona, al no consegirlo se llevaron un toro, que antes soltaban en las fiestas, pero los benaocaceños alcanzaron al toro a mitad de camino, y antes de que se lo llevaran lo acuchillaron en el límite de su territorio, desde entonces quedo la tradición de al pasar por aquellos lares solicitar un deseo y tirar tres piedras.




El recorrido finaliza en la Fuente de los Diez Caños a la espalda del Convento de los Capuchinos.


Después del pequeño paseo visitamos la Quesería de El Bosqueño y nos surtimos bien de las exquisitas viandas. A poco más estábamos tomando el Camino de los Granujales para llegar a los Llanos de San Ignacio, donde nos estaba esperando una suculenta paella.
 
 
 
 





Aquí se celebra la Romería de San Isidro Labrado, el Santo es trasladado desde Prado del Rey en peregrinación.



 







Tras la pausa campestre y después del cafelito visitamos las Salinas de Hortales.


Un  manantial de agua salada que da origen a la explotación más peculiar y posiblemente más antigua de la Sierra de Grazalema.


Salinas de Hortales fueron ya trabajadas por los fenicios, tuvieron su máximo esplendor en época romana, siguieron dando sal en la edad media y hoy siguen siendo explotadas por una familia serrana en su cuarta generación.


Junto al Cerro del  Cabezo de Hortales donde se encuentran las ruinas de la Ciudad Romana de Iptuci. Las Salinas pertenecen al término municipal de Prado del Rey, pero ambos lugares están más cerca de la población de El Bosque.




Agradecer a los compañeros/as las fotos cedidas, sin vuestra aportación el blog amigos/as no estaria ilustrado, gracias a todos/as por vuestra participación y nos vemos en la siguiente.












19 de mayo de 2012

El Pinsapar

La lluvia y el viento nos sorprendió  temprano cuando el grupo llegaba a la Sierra del Pinar, hoy habíamos elegido el sendero de El Pinsapar, llovía en la comarca de Grazalema y la niebla espesa cubría las montañas, una mañana gris destemplada y fría.




Pero pronto entraríamos en calor, ascendíamos por una inclinada y zigzagueante pendiente rodeados de pinos y encinas,  un fino aguacero nos acompañaba en la subida, la vegetación te ofrecía el resplandor de una atmosfera con brillo, todo permanecía mojado, incluso los colores,  caminábamos felices con la mirada puestas en los escalones húmedos del sendero, vestido de rojo sangre, las chasca del pinar cubría el suelo.









A poco andábamos en el Puerto de las Cumbres, conocido como el Puerto del Viento, porque un fenómeno curioso se produce al llegar allí, oíamos el susurro del agua, sin embargo era una fantasía auditiva, era el viento del norte que nos engañaba soplando entre el valle atravesando la cumbre.





Ese viento helador y la lluvia nos hacia buscar refugio detrás de la vegetación mientras los últimos compañeros terminaban de subir, y aunque la visión fuera nula y la espesa niebla no  nos permitirá observar la belleza que nos rodeaba en aquel momento sentíamos la magia de El Pinsapar, y sin duda nos estábamos perdiendo la estupenda panorámica que nos hubiese ofrecido El Torreón o el San Cristóbal, las cotas más altas de esta sierra.



Continuamos por la ladera norte de la montaña, la presencia de pequeños abetos andaluces nos advertía que estábamos en la antesala de El Pinsapar, las aulagas se vestían de tonos amarillos y como de un cuento se tratase entrabamos en un bosque encantado, esa sensación de que de un momento a otro aparecería caperucita roja o el lobo.


Este bosque posee un valor incalculable, existen ejemplares de más de quinientos años y de más de 30 m. de altura dentro del Parque Natural de Grazalema, poseemos una reliquia que sobrevivió a la glaciación de hace 15.000 años.



A poco ya sabíamos que estábamos a la altura del San Cristóbal porque andábamos atravesando su canchal, denominado así por la acumulación de piedras que baja la ladera en forma de ola, y el bosque se volvía misterioso.

Por fin dejo de llover y continuamos con la esperanza de que las nubes se disiparan, de vez en cuando observábamos un trocito de cielo azul, disfrutábamos del entorno cuando vimos aparecer el valle entre los pinsapos, toda una estampa para nuestras miradas, oteábamos parte del Embalse de Zahara de la Sierra, la gran mole de El Lagarín y La Granja, y en la lejania Olvera.



Esta imagen fue la recompensa de los kilómetros andados sin visibilidad alguna, así que aprovechamos la ocasión y decidimos hacer la parada del bocata, con un hermoso balcón a la sierra disfrutamos del descanso.




Tras la pausa y a pocos metros del Puerto del Pinar continuamos la marcha, salíamos de El Pinsapar dejando un mundo mágico detrás, y ahora nos tocaba descender hasta Benamahoma desde los Llanos del Viento.



Un pequeño paseo por un sendero lleno de peonias, que nos dejo petrificados, un hermoso jardín escondido en la sierra, los click de las cámaras no paraban de sonar, la belleza de la primavera es cautivadora.





Cambiábamos de un bosque tipo pirenaico a un paisaje de bosque mediterráneo, compuesto por encinas, algarrobos y quejigos, y dejábamos el sendero para tomar una pista forestal que nos conduciría al pueblo, unos 5 km. de bajada.


Con el cielo parcialmente despejado la panorámica era espectacular, dejábamos la sierra y descendíamos disfrutando del paisaje, aunque la borrasca aún se mantenía, poco después  estábamos en la fuente, y a pocos minutos de Benamahoma.






Una vez llegado al Camping Los Linares y pasar el cementerio llegábamos al Manantial del Nacimiento, fuente del Río Majaceite,  principal atractivo turístico de la zona.

Agradecer a los compañeros las fotos cedidas, nos vemos en la próxima.