15 de mayo de 2014

SUBIDA AL SIMANCÓN Y RELOJ


 
El sabio no dice nunca todo lo que piensa, 
pero siempre piensa todo lo que dice.

                                                  Aristóteles




 En esta ocasión nos trasladamos al Parque Natural Sierra de Grazalema, Reserva de la Biosfera, concretamente a la localidad que da nombre al Parque, Grazalema.
Salimos de Rota a la hora prevista y en El Bosque, en la Venta Julián, como ya es costumbre, paramos a reponer fuerzas.
Nos dirigimos luego al Camping Tajo Rodillo, y allí en el parking habiamos quedado con Dani, nuestro guía.


Dani, el guía, dando una charlita





Continuamos por la Cañada Mahón dejando a nuestra derecha el Peñón Grande, por un camino pedregoso y en zig-zag, con pinos de repoblación. Si miramos hacia atrás, las vistas son espectaculares, pantano del Fresnillo, Monte Prieto, el pueblo de Grazalema, Zahara ... Nos encontramos con una antigua Era de Trillo, y que se utilizaba como es lógico para trillar, es decir, separar el trigo de la paja.
En el camino que seguimos, nos encontramos con restos fósiles, como Ammonites.

Fósil de Ammonites

Los senderistas, a la sombra del majuelo
Un panel informativo nos ayudaba a entender la información y a conocer los nombres de las cimas que teniamos delante:
el Reloj ( 1535 mtrs ) Simancón ( 1568 mtrs ) y Yedrales ( 1479 mtrs.)
Descansamos en los Llanos del Endrinal, y de aquí buscamos la subida a las dos cimas.








Vista del pico Simancón

Una cabrita montés nos saluda

La fotógrafa fotografiada

Ya queda poco, ánimo

Están como una cabra
Insignificantes en la naturaleza
El grupo que subimos al Simancón, en lo alto

¿ Un volcán ?

Visto desde el Simancón

Sierra del Pinar

Este hombre ha llegado muy alto
Dani y Gilberto







Los valientes que conquistaron el pico del Reloj

Bajando ya


Parte del grupo bajando el Reloj, con el zoom a tope



Después del bocata
¡ Umm, qué bien huele !


De vuelta para el autobús, y muy cansado por el camino y el calor, observé cómo por una oquedad, entre unas piedras calizas que el agua había erosionado, asomaba un pequeño libro muy deteriorado seguramente por el paso del tiempo. Lo cogí y lo guardé en la mochila, esperando con ansia el momento de poder abrirlo.

Ya en el autobús, no se me quitaba de la cabeza qué podía ser ese libro y qué misterio encerraba. Entre voces y comentarios de los compañeros por el supuesto sorteo del cupón para la peluquería que duró dos horas y al final nadie ganó ( creo que se debe pensar en otro sorteo ), mi pensamiento solo estaba en el libro.

Ya en casa, después de la ducha y la cena, y con mucho cuidado, ya que las hojas se desprendían con facilidad, al fin pude abrirlo, su título lo decía todo:

" Los Mirmidones de Danyles ", los famosos guerreros griegos que lucharon contra Troya.
Me acomodé y comencé la lectura:


 LOS MIRMIDONES DE DANYLES

Aquella mañana amaneció temprano, los aldeanos de la zona se encontraban trabajando en las labores del campo y el ganado pastaba a sus anchas por el llano. De repente, el cielo se nubló, y una gran tormenta sorprendió a la aldea. Un gran manto de agua caía, y no tuvieron más remedio que refugiarse en las cabañas.
En una de ellas, el patriarca, hombre sabio y de edad avanzada, recogió a los niños alrededor de la hoguera y éstos le pedían y le insistían para que les contara esa historia que tanto les fascinaba: " por favor, cuéntala " decía uno, " sí, sí,..por favor, cuéntala ", decían otros. El hombre con voz grave y entrecortada por la edad, no se hizo de rogar y comenzó a entretener a los niños con una historía que ya era conocida por los habitantes de la aldea. Hacía muchos años que ocurrió...y el sabio empezó a narrar:

" Los vigías que estaban apostados en las torres, hicieron señales para alertar al pueblo. Una caravana con más de 20 personas se acercaba; no supieron distinguir quienes eran. Pero al final, reconocieron a los extranjeros, eran los temidos mirmidones de Danyles y su mano derecha Gyl-Bertos, soldado curtido en mil batallas navales, acompañados por las sacerdotisas del Templo de Zeus. Iban montados en carros tirados por caballos de las famosas cuádrigas de  Martynar-Royos.

Estos guerreros, conocidos en aquella época por su valor en la batalla y su afán de conquista, eran aguerridos luchadores, que servían hasta la muerte a su comandante. Habían llegado de lejanas tierras, hasta las costas de Gades, concretamente a Speculum Rotae, para luego tomar rumbo al pequeño pueblo de Lacilbula.

Las mujeres y los niños se escondían al cobijo del río Cilbus, los hombres, se preparaban para lo peor, sabían que no tenían la fortaleza ni las armas de ellos, pero con valentía les harían frente.

Se aproximaba la caravana, y cuando llegaron a la zona de acampada observaron como los extranjeros, solo iban provistos de palos, en forma de bastones y comida y agua. Su objetivo no era luchar. ¿ Qué querrían... ?

Todo el pueblo se encontraba expectante, nadie sabía nada, no hablaban, no luchaban... Los  extranjeros se reunieron en torno a su jefe, Danyles, y éste les dió instrucciones:  nada de luchas, todos debían ir juntos para alcanzar el objetivo.

Pronto comenzaron a subir por la zona de acampada; los lugareños entendieron que no venían como luchadores. Subían por las pendientes sin esfuerzo alguno y al llegar a la "Era", comprendieron que ese era el camino. Todos juntos y en fila de a uno continuaban subiendo, a su derecha vieron un peñón que era bastante grande, por lo que lo llamaron " Peñón Grande ". La subida se suavizó en algunos momentos y observaron una huella en el camino, " no es una huella " dijo uno de ellos con seguridad, " es un fósil, pero es lo mismo tenemos que llegar como sea ". El sol, cada vez estaba más fuerte y el calor llegó a ser sofocante, esto obligaba a hacer más paradas, y la travesía se hacía algo lenta.

Pero no todo iba a ser malo, por fín llegaron a un valle, que como era llano y tenía muchos endrinos, lo llamaron los LLanos del Endrinal. Alli acamparon y uno de ellos hacía dibujos de los guerreros para inmortalizarlos. Aprovecharon la sombra de un majuelo para descansar y reponer fuerzas. Aquí una mariposa se posó cerca de Danyles y éste se sorprendió al ver tanta belleza, y admirar la fragancia de las flores que inundaba el camino, entre ellas una hermosa peonia.

Continuaron el camino y a medida que subían, se iban quedando guerreros en la retaguardia como vigilancia por si les atacaban; otros se quedaban por cansancio. Al final, llegaron a una zona casi despoblada de vegetación y solo unas cabras monteses los acompañaban. En el cielo, un grupo de buitres esperaba un momento de desfallecimiento para alimentarse de los soldados.

Pero todo esfuerzo tiene su recompensa.

Por fín lo vieron, éra la silueta del horizonte que veían desde el mar, a su derecha, la montaña más alta al que llamaron Torreón por ser la mayor, a su lado Pico San Cristóbal, como homenaje al patrón del valiente que conducía la caravana que los había llevado.

A su izquierda, una gran mole blanquecina, desprovista de vegetación y de gran dificultad para subir, debido a sus piedras sueltas, a la que llamaron Simancón... pero faltaba otro pico, que no encontraban. Pronto lo vieron, una vez llegaron a la cima, estaba justo detrás del Simancón y que, gracias a que éste, estaba cortado, completaba la hermosa linea del horizonte que se veia desde la costa y que los navegante tanto ansían en conocer. A este último pico, como ya era tarde y desconocían la hora, lo llamaron Reloj.

Para estos guerreros suponía un reto y alcanzarían la gloría si conquistaban la cima de Gades; desde estas cumbres ellos podían divisar donde estaba localizada la famosa Torre de Hércules, y además  tocar el cielo con las manos, y ganar la gloría para la eternidad. Todos se reunieron, se arrodillaron y comenzaron a orar a los dioses.

Este camino, les hizo comprender lo pequeños que somos en medio de la naturaleza, lo insignificante que somos y lo importante que creemos que somos.

Ya de vuelta, se reagrupó la formación y tomaron rumbo al punto de partida. Pero ellos iban muy cansados, el agua y la comida escaseaba y el punto de retorno parecía que no llegaba nunca.

Con mucho esfuerzo, como buenos mirmidones, consiguieron llegar a los llanos del Endrinal, sanos y salvo. Allí los recibió un grupo de personas, que les ofreció comida y agua. Danyles, el comandante de la expedición, se quedó prendado de un hermosa mujer, que decía llamarse Lólylas, a la que comparaba con la mariposa que había visto antes, y que se ofreció a ayudarle; y bajo el majuelo, donde se cobijaron, se juraron amor eterno.

El resto del grupo fue acompañado por la humilde gente del pueblo, que además les ofreció para recuperarse, un poción mágica con hierbas autóctonas de la zona, que ellos conservaban dentro de piedras. Estas infusiones, que ellos tomaban con muchas ganas, les llamaban " Hierbas de Jat- Chís " porque también las utilizaban para los estornudos.
Aparte de reponerlos, les alegró, y tanto que comenzaron a cantar sin parar hasta el camino de regreso hacia Speculum Rotae, hidratándose con jugos fermentados de uva y zumos de lúpulo y malta.

Pero Danyles encontró allí la felicidad, habia tocado la gloría  sin derramar una gota de sangre y había encontrado el amor de su vida.

Una vez que terminó de contar la historia, el patriarca, se acercó a su esposa y ésta le dijo: " Danyles, ¡cómo te gusta contar esta historia! ", él esbozó una leve sonrisa y continuó trabajando en las labores del campo.., los niños salieron al prado a jugar, pues habia dejado de llover, y el sol iluminaba sus corazones.

Y la vida en esta humilde aldea sigue como antaño, Danyles y su esposa Lólylas vivieron muchos años y ayudaron a enfrentarse a la temible subida a la montaña a otros grupos de valientes, en busca de la gloria perdida ".

Pasé la última hoja y pensé: " Qué historia más interesante para sacar conclusiones y contársela a mis compañeros de senderismo" y hecho está.

Quiero dedicar esta publicación a un valiente guerrero, Gilberto, que además cumplió años haciendo lo que más le gusta: subir a la montaña.

Gracias a todos, a ti también Dani

Lólylas y Danyles

GRACIAS POR LEER Y VER ESTA PUBLICACIÓN
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                                                                         Seve